A veinte años de la Mulieris dignitatem

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En el 2008 se celebra el vigésimo aniversario de la carta Apostolica Mulieris Dignitatem de Juan Pablo II sobre la dignidad y la vocación de la mujer. Esta carta está en perfecta continuidad con las enseñanzas del Concilio Vaticano II.

Juan XXIII en la Pacem in terris consideraba que la presencia de la mujer en la Iglesia y en la sociedad era un signo de los tiempos.

El Concilio Vaticano II estimuló una participación más amplia de la mujer sea en el ámbito cultural y social como en el ámbito eclesial. En el decreto Apostolicam actuositatem leemos: Como en nuestros tiempos participan las mujeres cada vez más activamente en toda la vida social, es de sumo interés su mayor participación también en los campos del apostolado de la Iglesia.(n. 9). Y en el Mensaje del Concilio a toda la humanidad, en la amplia parte dedicada a las mujeres, les recuerda su misión al servicio de la humanidad “en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda: las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a la humanidad a no degenerar”. A la mujer viene confiada la misión de reconciliar “a los hombres con la vida” y el texto reconoce: “vosotras, que tan a menudo, en el curso de la historia, habéis dado a los hombres la fuerza para luchar hasta el fin, para dar testimonio hasta el martirio, ayudadlos una vez más a guardar la audacia de las grandes empresas, al mismo tiempo que la paciencia y el sentido de los comienzos humildes.” La preocupación de la Iglesia por la autentica promoción de la mujer no cesa con el Concilio Vaticano II.

En 1973, Pablo VI instituye la Comisión de estudio sobre la mujer en la sociedad y en la Iglesia. La comisión, confiada al Consilium pro Laicis, creado seis años antes, nace para responder a un explícito pedido del Sínodo de los Obispos y en vista del Año Internacional de la mujer promovido por las Naciones Unidas en 1975. Desde entonces la Santa Sede jamás ha dejado de manifestar su voz dando un aporte específico en ocasión de las Conferencias Mundiales de la ONU que tuvieron por tema la condición de la mujer y que se llevaron a cabo en Ciudad del Méjico (1975), Copenhague (1980), Nairobi (1985) y Pequín (1995).

En 1987, Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Mater propone a María como modelo para todos los hombres, pero especialmente para cada mujer.

En 1988, el Santo Padre publica la Mulieris dignitatem, acogiendo el deseo del Sínodo de los Obispos sobre la participación de los laicos en la vida de la Iglesia en profundizar sobre la cuestión de la mujer. Es significativo que esta carta fuera escrita durante el Año Mariano, un tiempo providencial para mirar a la mujer, mirando a María. En este camino de reflexión, la Mulieris dignitatem es una piedra miliar: por primera vez un documento pontificio fue enteramente dedicado a la mujer. Juan Pablo II conduce un análisis antropológico a la luz de la Revelación para extraer, desde los primeros capítulos del Génesis y desde las palabras y obras de Jesucristo, verdades fundamentales como la igual dignidad del hombre y de la mujer creados a imagen de Dios, la unidad de los dos y la llamada a la comunión, la importancia de la complementariedad y reciprocidad entre hombre y mujer, el aprecio del genio femenino, la figura de María como modelo de mujer y realización plena del ser humano llamado a la santidad.

En el mismo año, la exhortación apostólica post-sinodal Christifideles laici recoge el interés del Sínodo sobre la mujer invitando por un lado a “reconocer, e invitar a reconocer por parte de todos y una vez más, la indispensable contribución de la mujer a la edificación de la Iglesia y al desarrollo de la sociedad” y por otro lado a “analizar más específicamente la participación de la mujer en la vida y en la misión de la Iglesia” (n. 49).

En 1995, Juan Pablo II, después de haber dedicado el tema de la Jornada Mundial de la Paz a “La mujer: educadora para la paz”, escribe una carta dirigida a todas las mujeres en ocasión de la IV Conferencia Mundial de la ONU sobre la mujer “para reflexionar con ella sobre sus problemas y las perspectivas de la condición femenina en nuestro tiempo”, estimulando a reflexionar sobre el genio de la mujer para darle más espacio en la sociedad y en la Iglesia. El Papa observando el gran proceso de promoción de la mujer afirma que “ha sido un camino difícil y complicado y, alguna vez, no exento de errores, aunque sustancialmente positivo, incluso estando todavía incompleto por tantos obstáculos que, en varias partes del mundo, se interponen a que la mujer sea reconocida, respetada y valorada en su peculiar dignidad”

En el 2004 la Congregación para la Doctrina de la Fe publica una Carta sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, que desarrolla posteriormente los temas ya vistos en la carta a las mujeres de Juan Pablo II.

En el 2007, Benedicto XVI dedica la catequesis de la Audiencia General del 14 de febrero a las mujeres y a su responsabilidad eclesial desde las primeras comunidades cristianas hasta hoy. Esta es una de las múltiples expresiones del aprecio de la Iglesia por el aporte de la mujer.

En el 2008, vigésimo aniversario de la Mulieris dignitatem el Consejo Pontificio para los Laicos, organiza un Congreso internacional sobre el tema: "Mujer y varón, la totalidad del humanum" y retoma este camino de profundización sobre la relación hombre y mujer y sobre el tema de la participación de la mujer en la misión de la Iglesia. Los objetivos principales son:

- Realizar un balance del camino recorrido en los últimos veinte años en el ámbito de la promoción de la mujer y del reconocimiento de su dignidad. 

- Impulsar una reflexión sobre los nuevos paradigmas culturales y sobre las dificultades con las cuales las mujeres debe enfrentarse para vivir la propia identidad y para colaborar en fecunda reciprocidad con los hombres en la edificación de la Iglesia y de la sociedad.

- Atraer a las mujeres a la belleza de la vocación a la santidad, estimulándolas a responder a ella con cada vez más conciencia y, a poner al servicio del apostolado, de la familia, del mundo del trabajo y de la cultura, todas las riquezas del “genio” femenino, iluminado por un camino de santidad.

Es un dato objetivo que, a los veinte años de la Mulieris dignitatem, el lenguaje y el contenido del magistero de Juan Pablo II, fueron acogidos y generaron una propuesta de renovada valorización de la mujer y una mayor conciencia de la importancia de la reciprocidad entre hombre y mujer.

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