La conversión misionera de los movimientos eclesiales

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La segunda jornada del III Congreso Mundial de los Movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades se caracterizó por dos paneles precedidos por la ponencia introductoria de Guzmán Carriquiry, durante mucho tiempo subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos y hoy vicepresidente de la Comisión para América Latina.

Carriquiry insertó el camino de los movimientos en lo que definió la hora de gracia del pontificado del papa Francisco. En este contexto “la primera pregunta que nos tenemos que hacer – dijo – es la siguiente: ¿Qué es lo que el Espíritu de Dios nos está diciendo, qué es lo que nos pide que cambiemos a través del nuevo pontificado? ¿Qué dicen concretamente sus palabras y sus gestos a nuestro movimiento, a nuestra comunidad? Si no nos planteamos seriamente estas preguntas podría ser esto un signo preocupante de nuestro permanecer pegados a nuestras seguridades, haciendo caso omiso de las sorpresas del Espíritu”.

Una de las cuestiones centrales de la jornada de los trabajos de hoy fue la relación que el papa Francisco tiene con los movimientos eclesiales. Carriquiry explicó que el Santo Padre los conoce bien y los aprecia desde el tiempo en que era arzobispo de Buenos Aires “y, sin duda, no ha cambiado de opinión, es más ha dicho cosas importantes cuando se encontró con ellos en la plaza de San Pedro, con los que siguen el Camino Neocatecumenal en el Aula Nervi, con los ‘carismáticos’ en el Estadio Olímpico, con la Comunidad de Sant’Egidio en Santa María in Trastevere, con el Movimiento de los Focolares en su reciente asamblea general, con el Movimiento de Schönstatt que celebró los 100 años de la Alianza de Amor con la Mater, y en las audiencias a los diferentes fundadores y sus sucesores y servidores”. Pero hay una diversidad en su enfoque: “Su estilo parece más tranquilo. Quizás no suscita vuestra auto-exaltación. ¿Quiere decir esto que está menos convencido de los movimientos? ¡No! Es quizás más exigente”.

Para el papa Francisco, según Carriquiry, el meollo del problema es la conversión misionera: “Si hemos aplaudido cuando el papa Benedicto XVI exhortó a los movimientos eclesiales a que fueran cada vez más colaboradores en el ministerio universal del Papa, qué importante es sentirse llamados, entre otras cosas, desde el agitado Oriente Medio (donde las minorías cristianas están a punto de desaparecer) al Extremo Oriente (donde hay un ‘mundo’ que evangelizar). Sentirse llamados también desde países africanos tan abandonados, de países del continente americano (que necesitan urgentemente la revitalización de su tradición católica), desde una Europa cada vez más descristianizada (donde, en muchas partes, se puede hablar de un mundo post-cristiano), desde Rusia hasta Siberia (en el diálogo con la Ortodoxia y los enormes territorios sin atención pastoral). Hay que continuar también por el camino del ecumenismo con nuestros hermanos cristianos y en el diálogo y amistad con los creyentes de otras tradiciones religiosas. ¡Cuidado con cualquier tipo de aburguesamiento!”

Los trabajos siguieron con el panel titulado “Un pueblo de muchos rostros” en el que Daniela Martucci, Mons. Dominique Rey, P. Gianfranco Ghirlanda y Anna Pelli destacaron algunos ámbitos concretos, en los que los movimientos pueden vivir la conversión pastoral y misionera que pide el papa Francisco.

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