“Vayan, sin miedo, para servir”

JMJ day 7-151

Río de Janeiro, 28 de julio Está madrugando, la temperatura no llega a los veinte grados, pero en la playa hay quien ya se ha bañado, desafiando las olas del océano. Gran parte de los peregrinos, quizás más de un millón, se ha quedo ahí a dormir, aprovechando la hermosa noche. Otros están llegando desde las primeras horas de la mañana. Esperando la llegada del Papa, rezan juntos, cantan y repiten el flash Mob más grande del mundo para el papa Francisco. Llegaron a ser más de tres millones los que han bailado en la playa de Copacabana, siguiendo los pasos de baile de un grupo de bailarines en el palco y a través de mega pantallas.

El papa Francisco llega, después de haber sobrevolado en helicóptero la estatua del Cristo Redentor, símbolo de Río y de esta JMJ. “Ya echamos de menos los momentos que hemos vivido contigo, en los que nos has confirmado en la fe”, así se expresó el arzobispo de Río de Janeiro, Mons. Orani João Tempesta, al dirigirse al Papa al inicio de la Misa. El arzobispo además quiso subrayar que “esta no es una celebración de despedida, sino de partida en misión”, “los frutos de estos días nos ayuden a formar una Iglesia que esté presente entre los pobres, los enfermos, los necesitados y que los jóvenes sean constructores de la civilización del amor que Jesús soñó”.

“Vayan, sin miedo, para servir”, este es en síntesis el mensaje que el Papa quiso dar a los jóvenes aquí en Copacabana, en un clima de gran recogimiento y atención. La invitación a “andar” fue el primer apartado en el que el Papa se detuvo, diciendo a los jóvenes que “la experiencia de este encuentro no puede quedar encerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia, del movimiento o de su comunidad. Sería como quitarle el oxígeno a una llama que arde. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte, se transmite, para que todos conozcan, amen y profesen a Jesucristo, que es el Señor de la vida y de la historia”. Para apoyar esta invitación aseguró que “Jesús no nos trata como a esclavos, sino como a personas libres, amigos, hermanos; y no sólo nos envía, sino que nos acompaña, está siempre a nuestro lado en esta misión de amor”.

El encargo de ir “sin miedo” como anunciadores del Evangelio, el papa Francisco lo explicó de la siguiente manera: “Jesús no dijo: ‘Andá’, sino ‘Vayan’: somos enviados juntos. Queridos jóvenes, sientan la compañía de toda la Iglesia, y también la comunión de los santos, en esta misión”. Después subrayó: “Cuando juntos hacemos frente a los desafíos, entonces somos fuertes, descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos. Jesús no ha llamado a los apóstoles para que vivan aislados, los ha llamado a formar un grupo, una comunidad”.

Explicando, finalmente, el tercer término del encargo, “para servir”, el Papa dijo: “Evangelizar es dar testimonio en primera persona del amor de Dios, es superar nuestros egoísmos, es servir inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos como hizo Jesús”.

En la parte conclusiva de la homilía, el papa Francisco remarcó que “siguiendo estas tres palabras experimentarán que quien evangeliza es evangelizado, quien transmite la alegría de la fe, recibe más alegría. Queridos jóvenes, cuando vuelvan a sus casas, no tengan miedo de ser generosos con Cristo, de dar testimonio del Evangelio. […] Jesucristo cuenta con ustedes. La Iglesia cuenta con ustedes. El Papa cuenta con ustedes”. Las últimas palabras fueron una plegaria a María, la “Madre de Jesús y Madre nuestra”, al invocar su protección, para que ella “los acompañe siempre con su ternura: ‘Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos’”.

Al final de la Misa, el cardenal Stanisław Ryłko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, dirigió un saludo agradeciendo al papa Francisco.

“Ante sus ojos, Santidad, están los jóvenes que se han reunido desde los rincones más remotos de la tierra. ¡Es una imagen bellísima de una Iglesia joven y llena de esperanza! […] Han sido días estupendos, – dijo – de de gigantesca siembra evangélica: casi 300 obispos han ofrecido catequesis en 27 idiomas distintos; muchos momentos de oración silenciosa; muchos jóvenes que se han acercado al sacramento de la reconciliación; mucha la alegría de estar juntos como hermanos para dar testimonio ante el mundo de que es hermoso ser cristianos, ¡de que vale la pena seguir a Cristo en la propia vida!”

Y concluyó diciendo: “Santo Padre, bendiga a este pueblo de jóvenes discípulos y misioneros de Jesucristo. ¡Están aquí listos para partir desde este inmenso Cenáculo al aire libre […], para dar testimonio de su fe hasta los extremos confines de la tierra!”

Llegó, finalmente, la cita con el Ángelus y el tan esperado anuncio de la próxima JMJ: “Queridos jóvenes, tenemos una cita en la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en 2016, en Cracovia, Polonia”, dijo el Santo Padre, suscitando el entusiasmo de la delegación polaca.

Así se concluye la XXVIII JMJ, mas aún hay espacio para una última cita del papa Francisco, antes de su partida para Roma: el encuentro con 15.000 de los 60.000 voluntarios que han permitido, con su trabajo, la realización del evento.

En el Centro Congresos de Río de Janeiro, los voluntarios acogieron y agradecieron al Papa: “Con gran alegría, nosotros voluntarios, estamos aquí para dar testimonio del amor de Dios, nuestro gran y eterno compañero. El hecho de que estábamos ahí por Dios nos ha guiado y dado las fuerzas en los momentos de debilidad. Ésta ha sido nuestra gran motivación”.

“No podía regresar a Roma sin haberles dado las gracias personal y afectuosamente a cada uno de ustedes”, respondió el Papa recordando los “tantos pequeños gestos que han hecho de esta Jornada Mundial de la Juventud una experiencia inolvidable de fe. Con la sonrisa de cada uno de ustedes, con su amabilidad, con su disponibilidad para el servicio, han demostrado – añadió Francisco – que ‘hay más dicha en dar que en recibir’”.

Se concluye así la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud e inicia el camino hacia Cracovia, mientras que en Copacabana continúa la fiesta hasta la tarde.

Homìlia del Santo Padre Francisco

Palabras del card. Rylko


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