San Juan Pablo II, a diez años de su regreso a la Casa del Padre

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Juan Pablo II en vista al Consilium de Laicis en 1979

En los días en que San Juan Pablo II estaba por dejarnos, se elevaba por él al cielo una oración unánime de una dimensión universal. Todos recordamos la plaza de San Pedro abarrotada de gente proveniente de diferentes partes del mundo, los numerosos jóvenes que él tanto amó. Todos estaban con lágrimas en los ojos y recogidos en la oración. También había gente no católica, no creyente, para quienes Juan Pablo II se había convertido en un punto de referencia. A las nueve de la tarde de aquel 2 de abril de 2005, diez años atrás, llegaba la noticia de su regreso a la Casa del Padre. En aquel momento, me encontraba allí, en el apartamento del Santo Padre, junto a él. Poco antes, hacia las ocho de la tarde, después de las primeras vísperas del domingo, habíamos concelebrado la eucaristía en su dormitorio; fue la última eucaristía de San Juan Pablo II en esta tierra. Jamás olvidaré aquellos momentos que permanecerán grabados en mi corazón y el silencio que siguió. Estábamos en la vigilia de la fiesta de la Divina Misericordia – fiesta que él había querido e instituido en la Iglesia, siguiendo las indicaciones de Santa Faustina Kowalska. Considero que esto no haya sido una simple coincidencia cronológica o una pura casualidad. Pienso que Dios mismo haya querido darnos de este modo una clave de lectura de la vida y el pontificado de este Papa. ¡San Juan Pablo II ha sido de verdad el apóstol de la Divina Misericordia! Como autor de la encíclica Dives in misericordia (1980) escribió al respecto: «La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia el atributo más estupendo del Creador y del Redentor — y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora» (núm. 13). San Juan Pablo II y la Divina Misericordia: Es él quien beatificó y canonizó a Sor Faustina Kowalska – apóstol de la Divina Misericordia; es él quien instituyó – como hemos dicho – la fiesta de la Divina Misericordia en la Iglesia (que se celebra en el Segundo Domingo de Pascua); es él quien inauguró el Santuario de Jesús Misericordioso en Cracovia-Łagiewniki en el año 2002 y que, en aquella ocasión, encomendó solemnemente el mundo a la Divina Misericordia, diciendo: «En este santuario, quiero consagrar solemnemente el mundo a la Misericordia Divina. […] Es preciso encender esta chispa de la gracia de Dios. Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad» (Homilía de la misa de consagración del Santuario de la Divina Misericordia, 17 de agosto de 2002).

Pienso que, en vistas del futuro Año Santo de la Misericordia, jubileo extraordinario, anunciado recientemente por el Santo Padre Francisco, valga la pena traer a la memoria esta gran intuición y consigna del papa Wojtyła. El papa Francisco habló de la misericordia y de Juan Pablo II cuando se dirigió el año pasado a los párrocos de la diócesis de Roma: «Ésta fue una intuición del beato Juan Pablo II. Él tuvo el “olfato” de que éste era el tiempo de la misericordia. […] En su oración tuvo esta intuición. […] Hoy olvidamos todo con demasiada rapidez, incluso el Magisterio de la Iglesia. En parte es inevitable, pero los grandes contenidos, las grandes intuiciones y los legados dejados al Pueblo de Dios no podemos olvidarlos. Y el de la divina misericordia es uno de ellos. Es un legado que él nos ha dado, pero que viene de lo alto» (Discurso a los párrocos de Roma, 6 de marzo de 2014).

En modo providencial, el tema de la misericordia vuelve también en la próxima Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia 2016: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7). Es un encuentro que tendrá dos elementos principales: el Santuario de la Divina Misericordia y el Santuario de San Juan Pablo II en Cracovia.

Mensaje del Presidente


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